La calvicie es un mal que nadie puede apreciar. Aunque, tal vez por las modas, hoy muchos jovenes se rapan totalmente la cabeza, lo cierto es que ellos pueden decidir quedarse calvos, pero hay otras personas que, simplemente, deben resignarse ante este hecho.
Una de esas personas, aunque parezca extraño decirlo en un hombre que tuvo al mundo, literalmente, en sus manos, fue Frank Sinatra. Ya en la epoca de su casamiento con Ava Gardner, el viejo y querido Frank, de apenas treinta y algo de años, estaba quedandose calvo.
El problema fue agravandose lentamente con el tiempo y, a comienzos de los años sesenta, Frank ya estaba casi completamente calvo, lo cual no era, por supuesto, de su agrado aunque aprendio a resignarse al hecho con una mueca que demostraba su desesperacion ante un hecho que no podia, a diferencia de muchos otros, manejar.
En sus recitales de los años ochenta, el viejo Frank debia usar algo que odiaba: un peluquin para ocultar su calvicie, hecho que lo enfurecia y le hacia, apenas terminado el show, tirar ese pelo falso al piso y, si estaba muy furioso, saltar sobre él.
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